jueves, 19 de noviembre de 2009

A mi abuelo



Te fuiste de mi lado.
En silencio fue tu partida.
Mi corazón se ha desangrado
por tan súbita despedida.

Tu espíritu luchador
a la vida se aferraba.
Más Dios, desesperado,
a su lado te llamaba.
En ángel te has convertido.
Velando por nosotros estás.
Aguardando que se cumpla la cita
de reunirnos en la eternidad.


Sin embargo, me parece tan lejos...
Quisiera ahora poderte abrazar.
Te busco, te llamo. No te encuentro.
Dime... ¿Cómo me he de consolar?


Tu amor incalculable
mis faltas por alto pasó.
Porque el querer de un abuelo,
ese, no tiene comparación.


Sé que en el cielo habitas.
Al lado de Julia has de estar.
Aguardaré paciente el día
en que nos volvamos a encontrar.
Entonces será para siempre.
Nada ni nadie nos podrá separar.
No temeré cuando llegue mi momento
pues tu presencia me confortará.
Me esforzaré por ganar el cielo
para no perderte nunca más.
Mientras tanto, guía mis pasos.
Ilumina mi senda, enséñame el camino.

Que tu presencia me rodee siempre
hasta que se cumpla mi destino

lunes, 9 de noviembre de 2009

Tú No Tienes La Culpa

Todavía no tengo el CD, pero ya se a quien puedo dedicar sus canciones, almenos esta. Todas sus canciones tienen un sentido, tienen un porqué, y con esta solo te puedo decir que TU NO TIENES LA CULPA. Te quiero Floreta.
Por y para ti, espero que te guste y pienses bien lo que dice.

Sigo pensando en ti como en las olas del mar
Que se envuelven en sí mismas y se olvidan de nadar
Sigo esperando el día para verte despertar
Tú me das la luz
Quiero mirar tus ojos
Que me saben perdonar
Y mi alma se hace añicos
Solo oírte respirar
Tú le das sentido a todo
Incluso a esta oscuridad
Tú eres luz
Y tú no tienes la culpa
De las cosas que duelen
Tu me haces bello el retorno
Y das sentido a lo que viene
Tú no tienes culpa… ni yo
Me has entregado versos que ni el cielo podrá
Me has llamado con la fuerza de la voz del huracán
Tú me has abrazado cuando todo andaba mal
Tú me diste luz
Tú me diste calma y me la enseñaste a usar
Tú trajiste lunas nuevas, nuevecitas a este mar
Yo prendí en tu pelo un alfiler de libertad
Porque eres tú
Tú no tienes la culpa
De las cosas que no valen
Tú me haces bello el retorno
Y eres más bella que nadie
Tú no tienes la culpa
Si te pierdes el baile
Tú me haces bello el desastre
Si quisieras perdonarme
Yo no tengo razones
Pero me da coraje
No quiero que te roce
Ni un solo fleco de este aire
Tú no tienes la razón, ni esta canción,
Ni yo
La mas bella, bella…

miércoles, 4 de noviembre de 2009

PaRaDoJa

Todas las personas tenemos dentro una caja de cerillas, pero para que las cerillas se enciendan necesitamos oxigeno y una llama. El oxigeno lo obtenemos de otra persona, con sus besos, y la llama de la melodía, de una palabra, una caricia...


La combustión de esta cerilla es lo que nutre de energía el alma.


Si las cerillas no tienen detonador se humedecen, pero se pueden secar de muchas maneras.


Lo único que tenemos que hacer es quemarlas de una en una, porque si por una intensa emoción llegamos a encender todas las cerillas de golpe, iluminaremos más allá de lo normal y veremos un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer que nos llama a reencontrar nuestro divino origen perdido.
“Ha pasado un mes desde la última vez que te escribí, pero ha transcurrido tan lentamente… ahora la vida pasa como un paisaje frente a la ventana de un coche en movimiento. No sé a dónde me dirijo ni cuando llegaré.Ni siquiera el trabajo me quita el dolor. [...]Sin tenerte a ti en los brazos siento un vacío en el alma. Me sorprendo buscando tu rostro entre la multitud… sé que es algo imposible, pero no puedo evitarlo. Tú y yo hablamos acerca de lo que pasaría si las circunstancias nos obligaran a separarnos, pero no puedo cumplir la promesa que te hice esa noche, lo siento, mi amor, pero nunca podrá haber nadie que ocupe tu lugar. Tú y sólo tú eres lo único que he deseado, y ahora que te has ido no siento deseos de encontrar a nadie más. “Hasta que la muerte nos separe”, juramos en la iglesia, y he llegado a creer que esas palabras serán realidad; hasta que yo también me marche de este mundo.”

lunes, 2 de noviembre de 2009

A mi ángel de la guarda

En tan solo unos días serán 23 años ya. 23 años en los que han pasado muchas cosas, algunas buenas, otras malas, otras muy malas… Dicen que así es la vida, pero yo me rebelo, no quiero que esto sea así. Hay muchas cosas en la vida que son injustas, que no tienen sentido ni explicación, que no entiendo ni entenderé nunca.

En un principio iba a escribir sobre otro tema, pero supongo que hay algo que me puede, una fuerza mayor, y por eso el tema tiene que ser otro.

No fueron ni 2 meses los que estuvimos juntas. No tengo recuerdos tuyos. No se porque te separaron de nosotros. Porque “alguien”, y no se quien, te tuvo que llevar lejos de nosotros. A pesar de ello te siento cerca, siempre ha sido así, y creo que siempre lo será. Se que eras una persona muy especial para todos, que tu forma de ser era especial. Que tenias muchas ganas de hacer cosas, de disfrutar, de vivir todos y cada unos de esos momentos insignificantes que son para muchos de nosotros, que no nos damos cuenta, pero que al fin y al cabo, son todos estos momentos los que poco a poco van formando nuestra vida, son estos momentos de los que no nos damos cuenta y no aprovechamos, porque de cada uno debemos sacar lo bueno, lo mejor, el lado positivo… por ello voy a vivir disfrutando de todo, de cada segundo que pase.

Muchas veces pregunto por cosas de ti, por como eras, que te gustaba hacer… y todo es por lo mismo, porque daría lo que fuese por poder tenerte aquí y conocerte, aunque fuese solo por unos días, pero disfrutar de ti, poder tocarte, darte un abrazo, verte… esas cosas que hacemos sin darnos cuenta cada día y que menospreciamos.

La verdad que no tengo más palabras para ti, porque todo se me hace pequeño. Se que allí donde estés cuidas de nosotros, que nos vigilas, que eres nuestro ángel de la guarda, y por eso te doy las gracias y solo puedo decirte que

TE QUIERO.
Para ti:

El pricipio de una historia

Todo empezó una fría tarde de Noviembre. Ella tenía a mucha gente a su alrededor, pero a pesar de todas estas personas, ella se sentía sola. Estaba harta de ayudar a todos, de ver como día tras día, si no era uno era otro quien la llamaba o acudía a ella, pero siempre en busca de su ayuda. Eran pocas las personas que realmente se preocupaban por ella, y cuando digo preocupaban me refiero al hecho de preguntarle como estas, de pararse un momento a escucharla sin pedir nada a cambio, de verle la cara y saber si esta bien o mal…

Esa tarde fría de Noviembre decidió marcharse sola, aunque fuese por unas horas, pero de esta manera podría desconectar de todo y todos. Cogió el coche, puso la música, esa música que le acompaña a todos los lugares donde va, y que sin quererlo es la banda sonora de su vida; bajó la ventanilla y emprendió este nuevo, aunque corto viaje que decidió hacer.

No tenía destino fijo, simplemente se dirigió a aquella carretera que tantas veces había visto, pero por la cual nunca había pasado. No sabía bien a donde le podría llevar. En un principio esta carretera era toda recta, con prados a un lado y al otro. Después llegó un tramo en el cual detrás de una curva se encontraba otra, puesto que estaba subiendo a lo alto de una montaña. Desde que salió de su casa había recorrido kilómetros y más kilómetros, y durante todo el trayecto se encontró con tan solo 3 o 4 coches.

En una de estas curvas, antes de comenzar a bajar la montaña por la otra ladera, encontró un mirador, y fue allí, donde por fin, detuvo el coche. Se bajó. Fue caminando lentamente hasta el filo del precipicio, y fue gracias a esa baranda que había allí puesta, que ella no cayó. En cuanto se bajó del coche, su vista solo se dirigía a un lugar. Se quedó perpleja cuando vio esa luna llena que tantas veces hemos visto, pero esta vez se veía una luna más grande de lo normal. Además, desde aquel maravilloso lugar que encontró sin darse cuenta, se podía ver el mar, y en el mar el gran reflejo de aquella nueva luna para ella.

Se quedó bastantes minutos allí parada, hasta que decidió volver al coche. Entonces cogió la manta que tenia en el maletero, se tumbó encima del capó del coche, se tapó y se puso a escuchar el sonido del mar, ese repicar de las olas contra las rocas, ese querer avanzar y no poder a causa de mil y una barreras. Se quedó mirando y pensando durante horas como la luna iba cada vez alejándose más, se alejaba como un día empezaron a alejarse sus sueños, esos sueños que desde bien pequeña siempre había tenido.